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Adviento reconcilia a la madre y al niño concebido

 

La preparación para la venida del Señor requiere, por tanto, de un rechazo total del aborto. La promesa de su venida anuncia una nueva armonía entre la madre y el niño.

En la introducción al leccionario, cuando se habla sobre los domingos de Adviento, se dice:
«Cada lectura del evangelio tiene un tema específico: la venida gloriosa del Señor al final de los tiempos (primer domingo); Juan el Bautista (segundo y tercer domingos); y los eventos inmediatos relacionados con la preparación para el Nacimiento del Señor (cuarto domingo)».


En otras palabras, nos enfocamos en la primera y segunda venida del mismo Cristo, y en Aquel quien nos enseña sobre el modo de prepararnos para su llegada, esto es, por medio del arrepentimiento. «¡Cambiad vuestras vidas! El Reino de Dios está cerca.» Las lecturas del Nuevo Testamento, durante todo el Adviento, complementan y expanden sobre las exhortaciones de Juan el Bautista para el arrepentimiento.

La preparación para la venida de Cristo es una de cambio, y la promesa de su venida es una de reconciliación. Ambos, por tanto, quedan vinculados. Si el Mesías viene para restaurar la armonía entre las naciones y las gentes, entonces el pueblo del Mesías deberá arrepentirse de todo aquello que destruye esa harmonía. Si el Mesías viene a traer justicia. «Él juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra», entonces el pueblo del Mesías deberá esforzarse para eliminar la injusticia. La «justicia» a la que se hace referencia en Isaías II, es un acto de intervención para salvar a los indefensos.

El aborto constituye una injusticia en contra de los más indefensos, y ataca la harmonía de las relaciones humanas en su punto más fundamental y sensible, siendo la relación entre la madre y el niño. La preparación para la venida del Señor requiere, por tanto, de un rechazo total del aborto. La promesa de su venida anuncia una nueva armonía entre la madre y el niño. El enfoque sobre la Virgen y el Niño, al final de Adviento, destaca todo esto.

El Concilio Vaticano Segundo reflexiona sobre la relación entre la venida de Cristo y nuestra laboriosidad en preparación a ello. En la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, nosotros podemos leer lo siguiente: «La espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien aliviar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal.» En otras palabras, el espíritu de Adviento debe naturalmente robustecer nuestros esfuerzos pro-vida, por lo que el progreso que hacemos en promover la dignidad humana se convierte en los cimientos del reino eterno.

El Adviento nos trae a la Iglesia de la Noche de Paz, cuando Dios mismo queda revelado como uno de nosotros. Esta temporada nos conduce a la alegría de su Nacimiento. Que este Nacimiento le brinde la protección sobre todos los que están por nacer. A la vez que trabajamos para poner fin al aborto, aguardemos «con una esperanza alegre en la venida de Nuestro Salvador Jesucristo».

| Fuente: Notifam

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