Descripción del día: Recuerda vivir tu Santa Eucaristía y tu Santo Rosario diariamente. Y tus oraciones puedes realizarlas si es posible frente al Santísimo Sacramento. Propósito del día: Consagraré a la oración exactamente todo el tiempo que mi reglamento de vida le asigna, y hare de ella una autentica conversación con el Cristo de Nazaret, en presencia de la Madre suya y mía. Repetir durante el día las Jaculatorias: Sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo (Mt 5,48). “Señor que vea”; “¡Que yo te conozca!”; ¡Ven Espíritu Santo!; “En el nombre del padre del Hijo y del Espíritu Santo, renuncio a satanás, renuncio a sus seducciones, renuncio a sus obras. Amén”. ORACIONES DEL DÍA: +En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. VENI CREATOR SPIRITUS Ven, Espíritu Creador, visita las almas de tus fieles llena con tu divina gracia, los corazones que creaste. Tú, a quien llamamos Paráclito, don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú, dedo de la diestra del Padre; Tú, fiel promesa del Padre; que inspiras nuestras palabras. Ilumina nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece la debilidad de nuestro cuerpo. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto la paz, sé nuestro director y nuestro guía, para que evitemos todo mal. Por ti conozcamos al Padre, al Hijo revélanos también; Creamos en ti, su Espíritu, por los siglos de los siglos. Gloria a Dios Padre, y al Hijo que resucitó, y al Espíritu Consolador, por los siglos de los siglos. Amén. LETANÍAS AL ESPIRITU SANTO Señor, Ten piedad. Cristo, Ten piedad. Señor, Ten piedad. Cristo, Óyenos Cristo, Escúchanos. Dios, Padre celestial, Ten piedad de nosotros. Dios, Hijo Redentor del mundo, Dios, Espíritu Santo, Trinidad Santa, un solo Dios, Espíritu, que procedes del Padre y del Hijo, Espíritu del Señor, que al comienzo de la creación incubando las aguas las fecundaste, Espíritu por cuya inspiración hablaron los santos hombres de Dios, Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas, Espíritu que das testimonio de Cristo, Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas, Espíritu que fecundas a María, Espíritu del Señor que llenas todo el orbe, Espíritu de Dios que habitas en nosotros, Espíritu de sabiduría y entendimiento, Espíritu de consejo y fortaleza, Espíritu de ciencia y piedad, Espíritu de temor del Señor, Espíritu de gracia y misericordia, Espíritu de fuerza, dilección y sobriedad, Espíritu de fe, esperanza, amor y paz, Espíritu de humildad y castidad, Espíritu de benignidad y mansedumbre, Espíritu de gracia multiforme, Espíritu que escrutas hasta los secretos de Dios, Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables, Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma, Espíritu en el cual renacemos, Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones, Espíritu de adopción de los hijos de Dios, Espíritu que apareciste sobre los discípulos en forma de lenguas de fuego, Espíritu del que los apóstoles quedaron henchidos, Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres, Senos propicio, Perdónanos, Señor. Senos propicio, Escúchanos, Señor. De todo mal, Líbranos Señor. De todo pecado, De las tentaciones e insidias del diablo, De toda presunción y desesperación, De la resistencia a la verdad conocida, De la obstinación y de la impenitencia, De la impureza de la mente y del cuerpo, Del espíritu de fornicación, De todo espíritu malo, Por tu eterna procesión del Padre y del Hijo, Por la concepción de Jesús, hecha por tu operación, Por tu descenso sobre Cristo en el Jordán, Por tu advenimiento sobre los discípulos, En el día del juicio, Nosotros, pecadores, te rogamos, óyenos. Para que, así como vivimos por el Espíritu obremos también por el Espíritu, Para que, recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos, Para que, viviendo según el espíritu, no accedamos a los deseos de la carne, Para que por el espíritu mortifiquemos las obras de la carne, Para que no te contristemos a ti, Espíritu Santo de Dios, Para que seamos solícitos en guardar la unidad de espíritu en el vínculo de la paz, Para que no creamos a todo espíritu, Para que sepamos discernir los espíritus, si son o no de Dios, Para que renueves en nosotros el espíritu de rectitud, Para que nos confirmes por tu espíritu soberano, Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos Señor. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos Señor. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten misericordia de nosotros. Oremos: Te pedimos, Señor, que nos asista la fuerza del Espíritu Santo para que purifique convenientemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. AVE MARIS STELLA Salve, estrella del mar, Madre santa de Dios y siempre Virgen, feliz puerta del cielo. Aceptando aquel «Ave» de la boca de Gabriel, afiánzanos en la paz al trocar el nombre de Eva. Desata las ataduras de los reos, da luz a quienes no ven, ahuyenta nuestros males, pide para nosotros todos los bienes. Muestra que eres nuestra Madre, que por ti acoja nuestras súplicas. Quien nació por nosotros, tomando el ser de ti. Virgen singular, dulce como ninguna, líbranos de la culpa, haznos dóciles y castos. Facilítanos una vida pura, prepáranos un camino seguro, para que viendo a Jesús, nos podamos alegrar para siempre contigo. Alabemos a Dios Padre, glorifiquemos a Cristo soberano y al Espíritu Santo, y demos a las Tres personas un mismo honor. Amén. Leer el Santo Evangelio según San Lucas 4, 1-13 Del tratado de la verdadera devoción. TVD 139-143 139. Segundo motivo que nos demuestra que es en sí justo y ventajoso para el cristiano el consagrase totalmente a la Santísima Virgen mediante esta práctica a fin de pertenecer más perfectamente a Jesucristo. Este buen Maestro no desdeñó encerrarse en el seno de la Santísima Virgen como prisionero y esclavo de amor, ni de vivir sometido y obediente a Ella durante treinta años. Ante esto –lo repito– se anonada la razón humana, si reflexiona seriamente en la conducta de la Sabiduría encarnada, que no quiso –aunque hubiera podido hacerlo– entregarse directamente a los hombres, sino que prefirió comunicarse a ellos por medio de la Santísima Virgen; ni quiso venir al mundo a la edad de varón perfecto, independiente de los demás, sino como niño pequeño y débil, necesitado de los cuidados y asistencia de su santísima Madre. Esta Sabiduría infinita, inmensamente deseosa de glorificar a Dios, su Padre, y salvar a los hombres, no encontró medio más perfecto y rápido para realizar sus anhelos que someterse en todo a la Santísima Virgen, no sólo durante los ocho, diez o quince primeros años de su vida -como los demás niños-, sino durante treinta años. Y durante este tiempo de sumisión y dependencia glorificó más al Padre que si hubiera empleado estos años en hacer milagros, predicar por toda la tierra y convertir a todos los hombres. ¡Que, si no, hubiera hecho esto! ¡Oh! ¡Cuán altamente glorifica a Dios quien, a ejemplo de Jesucristo, se somete a María! Teniendo, pues, ante los ojos ejemplo tan claro y universalmente reconocido, ¿seremos tan insensatos que esperemos hallar medio más perfecto y rápido para glorificar a Dios que no sea el someternos a María, a imitación de su Hijo? 140. En prueba de la dependencia en que debemos vivir respecto a la Santísima Virgen, recuerda cuanto hemos dicho al aducir el ejemplo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos ofrecen de dicha dependencia. El Padre no dio ni da su Hijo sino por medio de María, no se forma hijos adoptivos ni comunica sus gracias sino por Ella. Dios Hijo se hizo hombre para todos solamente por medio de María, no se forma ni nace cada día en las almas sino por Ella en unión con el Espíritu Santo, ni comunica sus méritos y virtudes sino por Ella. El Espíritu Santo no formó a Jesucristo sino por María y sólo por Ella forma a los miembros de su Cuerpo místico y reparte sus dones y virtudes. Después de tantos y tan apremiantes ejemplos de la Santísima Trinidad, ¿podremos, acaso –a no ser que estemos completamente ciegos–, prescindir de María, no consagrarnos ni someternos a Ella para ir a Dios y sacrificarnos a Él? 141. Veamos ahora algunos pasajes de los Padres, que he seleccionado para probar lo que acabo de afirmar: “Dos hijos tiene María: un Hombre-Dios y un hombre-hombre. Del primero es madre corporal; del segundo, madre espiritual”. “La voluntad de Dios es que todo lo tengamos por María. Debemos reconocer que la esperanza, gracia y dones que tenemos dimanan de Ella”. “Ella distribuye todos los dones y virtudes del Espíritu Santo a quien quiere, cuando quiere, como quiere y en la medida que Ella quiere”. “Dios lo entregó todo a María, para que lo recibieras por medio de Ella, pues tú eras indigno de recibirlo directamente de El” 142. Viendo Dios que somos indignos de recibir sus gracias inmediatamente de sus manos -dice San Bernardo- las da a María, para que por Ella recibamos cuanto nos quiere dar. Añadamos que Dios cifra su gloria en recibir, de manos de María, el tributo de gratitud, respeto y amor que le debemos por sus beneficios. Es, pues, muy justo imitar la conducta de Dios, “para que -añade el mismo San Bernardo- la gracia vuelva a su autor por el mismo canal por donde vino a nosotros”. Esto es lo que hacemos con nuestra devoción: ofrecemos y consagramos a la Santísima Virgen cuanto somos y tenemos, a fin de que Nuestro Señor reciba por su mediación la gloria y el reconocimiento que le debemos, y nos reconocemos indignos e incapaces de acercarnos por nosotros mismos a su infinita Majestad. Por ello acudimos a la intercesión de la Santísima Virgen. 143. Esta práctica constituye, además, un ejercicio de profunda humildad, virtud que Dios prefiere a todas las otras. Quien se ensalza rebaja a Dios; quien se humilla lo glorifica. Dios se enfrenta a los arrogantes, pero concede gracia a los humildes (Sant 4,6). Si te humillas creyéndote indigno de presentarte y acercarte a Él, Dios se abaja y desciende para venir a ti, complacerse en ti y elevarte, aun a pesar tuyo. Pero si te acercas a Él atrevidamente, sin mediador, Él se aleja de ti y no podrás alcanzarlo. ¡Oh! ¡Cuánto ama Él la humildad de corazón! Y a esta humildad precisamente nos conduce la práctica de esta devoción. Que nos enseña a no acercarnos jamás a Nuestro Señor por nosotros mismos –por amable y misericordioso que Él sea–, sino a servirnos siempre de la intercesión de la Santísima Virgen, para presentarnos ante Dios, hablarle y acercarnos a Él, ofrecerle algo o unirnos y consagrarnos a Él. MAGNIFICAT + Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. Rezo del Santo Rosario correspondiente al día (Clic aquí) Ofrecer el Santo Rosario; Rezar el Credo; Rezar los 5 misterios correspondientes al día, finalizar cada misterio con un Gloria y jaculatorias; Al finalizar el Santo Rosario rezar por las intenciones del Santo Padre, ofrecer las 3 Ave María, Gloria y la Salve por nuestra diócesis y nuestro obispo. Letanías a la Santísima Virgen: (Clic Aquí) Oración final y ofrecimiento del día: (Clic Aquí) +En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.