La fórmula de consagración total a Jesús por María de San Luis María Grignion de Montfort no se debe tomar a la ligera. Esto queda probado por el hecho de que el mismo santo aboga por una seria preparación, que consiste en doce días preliminares, para que el alma trate de vaciarse del espíritu del mundo, que es todo lo opuesto al espíritu de Jesucristo.
A éstos seguirán tres semanas de oración y meditación, durante las cuales el alma buscará un mejor conocimiento de sí misma (primera semana), de María (segunda semana) y de Jesucristo (tercera semana). Aunque se recomienda mucho este período preliminar, es obvio que el tiempo empleado en dicha preparación puede variar según las necesidades personales y las circunstancias.
Esperamos de todo corazón, que la verdadera consagración al Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María, sea provechosa para todas aquellas almas piadosas que han tomado a bien llevarla a cabo, estableciendo un vínculo de amor eterno por medio de uno de los más sublimes regalos del Cielo: El amor infinito de la Madre de Dios por sus hijos.
PRIMERA PARTE
Doce días preliminares: Vaciarnos del espíritu del mundo
Consiste en doce días preliminares para que el alma trate de vaciarse del espíritu del mundo, que es todo lo opuesto al espíritu de Jesucristo. A éstos seguirán tres semanas de oración y meditación, durante las cuales el alma buscará un mejor conocimiento de sí misma (primera semana) de María (segunda semana) y de Jesucristo (tercera semana).
Examina tu conciencia, reza, practica la renuncia a tu propia voluntad; mortificación, pureza de corazón. Esta pureza es la condición indispensable para contemplar a Dios en el cielo, verle en la tierra y conocerle a la luz de la fe. La primera parte de la preparación se deberá emplear en vaciarse del espíritu del mundo, que es contrario al espíritu de Jesucristo. El espíritu del mundo consiste en esencia en la negación del dominio supremo de Dios, negación que se manifiesta en la práctica del pecado y la desobediencia; por tanto es totalmente opuesto al espíritu de Jesucristo, que es también el de María.
Esto se manifiesta por la concupiscencia de la carne, por la concupiscencia de los ojos y por el orgullo como norma de vida, así como por la desobediencia a las leyes de Dios y el abuso de las cosas creadas. Sus obras son el pecado en todas sus formas; en consecuencia todo aquello por lo cual el demonio nos lleva al pecado; obras que conducen al error y oscuridad de la mente y seducción y corrupción de la voluntad. Sus pompas son el esplendor y las artimañas empleadas por el demonio para hacer que el pecado sea deleitoso, en las personas, sitios y cosas.